La reputación Corporativa no es negociable
La publicidad de choque o impacto es una de las estrategias digitales que se utilizan para conseguir el más alto efecto en los distintos públicos; sin embargo, sus riesgos pueden ser igual de impactantes, en caso de que ésta no sea bien concebida, aplicada o comunicada.
El alto grado de viralización que estas alcanzan por sus contenidos, puede revertir 100% las metas trazadas, pues nadie quedará indiferente frente al manejo de las mismas. Lo que se quiere comunicar depende de las compañías y su análisis interno para lograr convertirlas en casos de éxito o terminar ofreciendo disculpas públicas para evitar el declive reputacional de la empresa.
Antes de que una campaña sea expuesta por una compañía a los distintos medios, esta debe cumplir con el objetivo de comunicación, más no de reacción. Si bien es cierto, la publicidad de impacto ha creado casos de éxito total y que son referentes en la industria. En comunicación, se requiere un doble análisis en temas sensibles como: violaciones, asesinatos, religiones y ofensas morales.
De ahí que es importante tomar en cuenta las siguientes consideraciones:
• La exageración, característica propia de este tipo de publicaciones es eficiente cuando se aplica a hechos de la vida diaria, no a personas.
• El mensaje se transmite cuando este logre concienciar y no denigrar.
• La publicidad persuade cuando aporta, no resta.
• Las campañas no pueden, bajo ningún concepto, burlar a sus consumidores, aún si esta solo buscara generar expectativa.
Hoy la marca, en Ecuador, no solo deberá afrontar las consecuencias de su peor campaña publicitaria sino que la compañía se ha expuesto innecesariamente a una crisis jamás imaginada. Tal vez el producto con una nueva imagen logre introducirse una vez más en el mercado, pero la reputación de la compañía deberá esperar por mucho tiempo para borrar la denigración y humillación que provocó en distintos estratos de la sociedad.
Encontrar culpables podría tomar un análisis más largo y extenso. Para muchos, la responsabilidad directa es de la compañía al aprobar una campaña sin haber sido testeada anteriormente y sin medir el mensaje transmitido. Para otros, es del joven reality que dio voz e imagen a la misma y finalmente, para otros, la culpa será del público que demanda este tipo de contenidos.
Lo cierto es que desde nuestra experiencia, las compañías en Ecuador aún no saben cómo definir políticas corporativas reputacionales coherentes a la filosofía de las empresas.