El poder de lo no dicho: Cómo los gestos y el lenguaje corporal marcaron el debate presidencial 2025

El poder de lo no dicho: Cómo los gestos y el lenguaje corporal marcaron el debate presidencial 2025

Desde el retorno a la democracia en Ecuador, los debates presidenciales han sido fundamentales en los procesos electorales. Aunque el primer debate oficial, organizado por el Círculo de Periodistas del Guayas, se realizó en 1978 y los debates se volvieron obligatorios desde 2021 tras las Reformas al Código de la Democracia, el más recordado fue el de 1984 entre León Febres Cordero y Rodrigo Borja. Este encuentro, moderado por Andrés Carrión, estuvo marcado por una serie de insultos que Febres Cordero convirtió en una ventaja, imponiéndose tanto en el debate como en las elecciones.

A lo largo de los años, los debates presidenciales han evolucionado y se han convertido en momentos cruciales para las campañas. No solo el contenido de las propuestas, sino también los gestos, la vestimenta, el tono de voz y la interacción con el público juegan un papel clave. Según un estudio del Instituto de Comunicación Política de Ecuador, el 55 % de los votantes basa su percepción de credibilidad en el lenguaje corporal del candidato, mientras que el 30 % valora la coherencia entre lo que dice y cómo lo dice. Estos elementos, junto con la vestimenta y el tono de voz, influyen directamente en la decisión final de los votantes indecisos.

En el reciente debate presidencial de enero de 2025, los estilos comunicativos de los candidatos variaron significativamente. Andrea González fue la más destacada por su claridad, elocuencia y capacidad de articular ideas en el tiempo asignado, conectando eficazmente con la audiencia. Su imagen relajada y respuestas concretas lograron un equilibrio entre proponer y atacar, lo que le permitió sobresalir en el encuentro. Daniel Noboa Azín, por su parte, demostró elocuencia y un buen manejo de cámaras, pero cometió errores graves al dar datos incorrectos, lo que afectó su credibilidad en momentos cruciales del debate.

Francesco Tabacchi optó por un enfoque emocional, utilizando gestos como llevar la mano al pecho y desafiar directamente al presidente en un momento de alta audiencia. Aunque su tono confrontacional polarizó a algunos televidentes, muchos analistas coincidieron en que fue efectivo en capturar la atención. Luis Felipe Tillería empleó un estilo relajado con frases rimadas que facilitaron la recordación, aunque sus propuestas como reducir el IVA al 8 % fueron catalogadas como populistas.

Henry Cucalón mostró un buen manejo del contacto visual, pero su nerviosismo y falta de estructuración en las propuestas lo hicieron parecer menos preparado. Henry Kronfle, en cambio, mostró una tensión evidente y una excesiva dependencia de la lectura de sus respuestas, lo que transmitió inseguridad y falta de dominio sobre los temas. Jimmy Jairala, a pesar de su experiencia en medios, mostró una desconexión con la audiencia al evitar el contacto visual con la cámara, lo que afectó su impacto.

Víctor Araus intentó emular a Nayib Bukele con un estilo militarizado, pero esto generó críticas y burlas en redes sociales, restándole seriedad. Su discurso radical también fue cuestionado. Leonidas Iza, con su estilo directo y accesible, logró resonar con ciertos segmentos del público, aunque la repetición de sus puntos disminuyó el impacto de su intervención. Luisa González utilizó un lenguaje emotivo para movilizar a su base, pero evidenció incomodidad ante preguntas complicadas. Finalmente, Jorge Escala cometió errores significativos como confundir el nombre del presidente, lo que afectó su credibilidad.

En conclusión, este debate dejó en evidencia que la comunicación no solo se basa en lo que se dice, sino en cómo se dice. Desde la vestimenta hasta el tono de voz, la postura, las expresiones faciales y el contacto visual, todo comunica. Tener los datos exactos es fundamental, pero también lo es la coherencia entre el lenguaje verbal y no verbal. Cada elemento de la comunicación cuenta, y un manejo integral de todos estos aspectos puede ser decisivo no solo para ganar un debate, sino también para ganar la confianza y los votos del electorado.

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